Alguien en mi TL de twitter puso hace como dos anios que si la gente tuviese que convivir con alguien como el Dr. Cooper en la vida real, no lo soportarían. Es muy cierto, eso no quiere decir que no nos resulte fascinante.
Pero la atracción que ejerce sobre nosotros no radica en que queramos genuinamente ser sus amigos sino en que la falta de habilidad social de Sheldon nos remite a todas esas cosas que quisiéramos poderles decir a la gente que habita en nuestro entorno cercano y cuya estupidez a veces nos desconcierta, pero que obviamente no les espetamos en el rostro porque posiblemente comiencen a planear nuestro asesinato.
En el mas reciente episodio de Freakonomics (el podcast) el invitado llega a la sabia conclusión de que si la humanidad fuera honesta por un día, el índice de asesinatos escalaría de forma alarmante. Y es que decir mentiras es lo menos que podemos hacer por nosotros mismos y por los demas. Porque al final, vivir de una forma que no no es natural y dejar de ser los seres solitarios y cínicos que en el fondo de nuestra alma somos, no nos va a hacer felices, pero tampoco podemos estarlo diciendo a los demás todo el tiempo.
Se trata de encontrar el delicado equilibrio entre no gritarle a la gente que te parece completamente estúpida su charla matutina y en efecto, ponerte a platicar sobre los méritos de la televisión abierta como formadores de carácter a través de las enseñanzas morales de "la Rosa de Guadalupe' y todos los dias sonreímos con el chiste absurdo del "bueeeenas noches" y del "es viernes y hoy toca", pero nos reímos mas porque nos imaginamos responder como respondería Sheldon Cooper y eso, nos da alivio.
Un alivio mediocre, si quieren, pero genuino.
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