23.2.11

El Juan Camaney del amor

El Bato llega y dice "voy al table" y la morrita le dice "disfrútalo". Posteriormente sorben sus expressos italianos, de su carísima cafetera italiana, importado todo desde Italia, mientras se ven por sobre las minúsculas tacitas con ojos de total madurez y seducción.

A esta actitud rebuscada y enfermiza, mucha gente que jamás ha estado enamorada podría denominarla enfermizamente como "madura" y "civilizada". Pero seamos honestos señores: el amor no es un sentimiento maduro y civilizado. El amor es una obsesión enfermiza, codependiente, basada en la premisa de que nuestra vida es mejor porque el otro está en ella y porque el otro existe y porque el otro y el otro y el otro.

Así que el bato dice "voy al table" y la morrita dice "disfrútalo". Posteriormente, se pone sola en su cuarto a imaginar que ahí, él va a estar en la presencia de mil mujeres hermosas, que ya ebrio quizá se acerque a una de ellas, que ella va a tener un doctorado en alguna ciencia imposible como digamos... física... pero se dedica a esto porque alguna razón plausible y el bato se enamora perdidamente de ella, abandona a la morrita y cuando la morrita llega a discutirle su falta de lealtad y desamor, él tranquilamente le va a espetar: "pero tú me dijiste que podía ir".

O bien...

El bato dice "voy al table" y la morrita dice "disfrútalo". Posteriormente, el bato en el table, ve a todas las bailarinas y sólo puede pensar en lo poco que le importa a su morrita que él esté con otras mujeres, que seguramente ese desinterés no es sino una genuina falta de amor, de cariño, o un signo innegable de su infidelidad. Que seguramente ella está perdidamente enamorada de otro, y que si un día le reclama su falta de lealtad y desamor, ella tranquilamente le va a espetar: "pero tú me dijiste que querías ir al table a ver a otras mujeres, señal de que yo no te importo".

Y entonces sí, está padre sentirse el Juan Camaney del Amor y pretender que todos somos maduros y sofisticados, pero la verdad es que no lo somos. Quisiéramos serlo, pero al final del día somos los niñitos asustados del primer día de escuela que necesitan saber con quien van a pasar el recreo. Tenemos miedo de que nos lastimen, de que nos abandonen, de que nos engañen. Pero como nos gusta fingir, caemos en mil y un actitudes pendejas (y disculpen, pero no hay otra palabra), para que el otro crea que es la gran cosa estar con nosotros y que no, para nada somos celosos, o inseguros o tenemos miedo. Cuando quizá, lo que yo quisiera es un mundo la morrita diga "sí, ve, te diviertes... pero regresa conmigo". Donde el bato diga "voy al table" y agregue "¿me das permiso?", no porque lo necesite, sino porque le importa tu pequeña opinión al respecto.

2 comentarios:

Campanula dijo...

Es que a todos se les volvió una costumbre querer parecer lo que no se es, como siempre amo tus post

un abrazo

Adrian dijo...

Yo le diria a mi morrita: "Hazme un teibol"
ella:"Claro que no pervertido"
yo: "Ton's voy al teibol"
ella: "Llevame contigo"
yo: "Pa'que quieres ir?"
ella: "Quiero aprender"
yo: "Pervertida!!"