8.10.10

La verdad no importa

O de como México sigue siendo ese lugar mágico en el que a todos nos gusta engañarnos a nosotros mismos bajo una premisa de efectividad y profesionalismo que no resuelve nada.

7:28 a.m.

Suena el celular.

Al ver el número de la ciudad de México contesto. Nuevamente, el mismo discurso de dos pesos que llevo escuchando tres meses. El señor Pánfilo Santiago Gutiérrez debe una tarjeta de crédito con banco Santander. Les explico que no lo conozco, que no es su teléfono, que no sé de él, que tengo tanto tiempo con mi línea, que son muy tarados y que así nunca podrán cobrarle. El telemarketer de tres pesos me amenaza: tengo que decirle mi nombre, datos y dirección para que dejen de marcarme, porque según él la línea está a nombre de Pánfilo Santiago. Sic.

Le digo que no me importa, que es más, que si la línea está a nombre de Pánfilo que qué mejor, porque así ya no tendré que pagarla.

El telemarketer de tres pesos se enfurece, me grita - aún no son las ocho de la mañana, por dios - y me amenaza: "pues te vamos a seguir marcando y el roaming te va a salir bien caro, porque nosotros tenemos que marcar porque así es el procedimiento".

Sic.

Yo imagino, esta situación distribuida a lo largo y ancho de un país con 111 millones de habitantes. Todas esas llamadas que se hacen a gente que ni la debe ni la teme, tan sólo porque un par de idiotas son incapaces de buscar el otro teléfono de contacto, ir a tocarle en el domicilio reportado, averiguar si el fulano no se ha muerto.

Pero no se puede, porque el procedimiento del banco dice así. Me acordé de la anécdota de la mujer que le habla a su madre para pedirle la receta de un rollo de carne. Le explican que tiene que tomar la carne, cortar las orillas, rellenar, enrollar, etc. Se pregunta porqué hay que cortar las orillas y su madre le responde que así lo aprendió de su madre. La mujer llama a su abuela y le pregunta porqué hay que cortar las orillas de la carne. "No hay que cortarlas, lo que pasa es que la cazuela en que yo hacía el rollo era muy pequeña".

En un país donde la gente ha dejado de pensar por sí misma, y hace las cosas "porque así se hacen" sin atreverse a realmente idear formas de solucionar las cosas estamos condenados a realizar esfuerzos inútiles. Vislumbré entonces que no se trata de que México esté habitado por un hato de seres perezosos incapaces de hacer el menor esfuerzo. En efecto, la gente trabaja, por jornadas largas, haciendo a veces esfuerzos increíbles... pero resulta que mucho de ese trabajo es un desperdicio, porque le llaman a otra persona para cobrarle.

Lo que he aprendido de todo esto es que procederé a pedirle una tarjeta de crédito a Santander, porque psss son bien inútiles para cobrar y seguro para cuando logren ver en el expendiente al beneficiario, el domicilio, consultar sus referencias o marcar al número de su casa, ya se habrá terminado el mundo.

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