No es una curiosidad por saber que pasa, sino un temor de salir de los temas comunes, de no usar el color de temporada o tener los zapatos del tacón inadecuado.
Vas forjando preferencias, opiniones y designios basándote en lo que alguien más te dice, y crees que es tu libre albedrío el que te empuja. No puedes saber lo que te gusta comer si sólo comes en el mismo restaurant todos los días la misma comida y no conoces nada más.
Cuando se murió Kurt Cobain yo tenía 13 años. Una compañera de la escuela se deprimió tanto que dejó de ir a la escuela una semana. Ahora que se murió Michael Jackson, compañeros de más de treinta años lloraban lágrimas con sus dos ojos por la "pérdida del ídolo". Yo no puedo llorar porque se muere alguien que no conozco. Ciertamente me entristecería la muerte de Salman Rushdie o de Milán Kundera que son para mí los rockstars que mueven mi mundo, pero no lloraría. Aún cuando me he sentido más identificada con sus personajes que con gente que conozco y trato todos los días, o que me han hecho reír mucho más que la televisión local, entiendo la muerte como ese proceso natural del que no hay que quejarse, que sólo puede dolerte en el momento que te priva de una presencia constante e importante en tu vida. Voy a llorar de dolor el día en que mi mamá se muera, seguramente querré morirme yo también; sin embargo, con nadie más he establecido un lazo tan íntimo. La muerte de los ajenos, a los que nos acercamos a través del E! True Hollwood Story es sólo un acontecimiento más en un mundo pletórico de desgracias.
Dijo Samuel Beckett que el hábito es el más grande insensibilizador. Por eso no deberíamos habituarnos a que alguien más nos diga que sentir, por la muerte de quien entristecernos. Porque en la medida en que sea el exterior el que dictamine sobre nuestras emociones y pensamientos, estaremos deshumanizándonos hasta ser únicamente uno entre seis mil millones de humanos y nada más.
Y es esta estandarización del alma lo que me preocupa, lo que me da miedo. Lo que me hace querer llorar cuando como todas las secretarias del mundo me pinto las uñas en mi lugar, me como una torta o participo en la tanda. Porque eso es lo que hacemos las secretarias, lo que se espera de nosotros. Nadie espera que pienses o que no te guste Camilo Sesto.
Leí "Ácido Sulfúrico" de Amelie Nothomb: una cruda crítica a la pasividad del "resto", de los espectadores, de los que se han estandarizado. Y me dio más miedo. Más.
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