2.12.09

Ay, extraño a mi perro

Se llamaba "Kari". Se llamaba, aunque todavía existe porque los nuevos dueños le pusieron "Doris". Francamente pienso que su nombre ni mejoró, ni empeoró. Yo quería que se llamara "Kotori" porque soñaba con tener un perro que se llamara "Kotori" y busqué en criaderos mexicanos por meses enteros antes de decidirme por un cachorro de Saltillo. Por una cachorra. Mi perro, que era perra, era un border collie color arena, de madre azul merle y padre tricolor, con la panza llena de pecas.

Y era el mejor perro (perra) del mundo: siempre se hacía en su lugar, no bajaba la ropa de los lazos, se orinaba cada que veía gente y olía bien. Mi perro (perra) olía bien y caminábamos por parques municipales cercanos y corríamos detrás de los viejitos que andaban en shorts paseando por las cercanías, y le teníamos miedo a las ovejas y odiábamos las vacas. Y tenía una imposibilidad genética para aprender trucos estúpidos. Le decías cosas absurdas como "salta" y le ponías una vara y se te quedaba viendo con cara de "yo no estoy para saltos inútiles". No era que fuera mal entendida, era que sabía que eso de ir por la pelota son pavadas. Todo lo demás lo entendía perfectamente: siéntate, ven, aquí, abajo, vive largo y prospera.

Si hubiera hecho el saludo vulcano sería el perro perfecto.

Pero no, y aunque mi perro (perra) era todo lo que un dueño de perro feliz puede esperar, yo no tenía tiempo de atenderla y llegaba a las nueve de la noche de la oficina y ella me miraba con sus ojos lánguidos y tristes que parecían decirme "ya ni la chingas, yo aquí queriendo tumbar la casa de desesperación y tú en la oficina" o "ya nunca me sacas" o "has cambiado tanto, ya no eres como al principio". Luego se enfermó y los médicos (una veterinaria colombiana) me dijeron que tenía depresión, y yo sufrí mucho porque era mala dueña de perro y debería morir pero si moría quien cuidaría a mi perro (perra) y entonces un amigo de la familia me habló de su rancho de ovejas y de sus perros labrador y de la vida perfecta y le dije que se llevara a Kari y Kari en lugar de quedarse y resistirse al cambio se subió muy orionda en la camioneta de Don Luis y nunca la volví a ver.

¿Y qué haces cuando extrañas al perro (perra)? Uno no puede llorar, o dedicarle canciones de amor por la radio, o tomar su cobijita porque pues es la cobija del perro y guácala. Uno sólo se asoma al patio vacío de perro, vacío de casita, vacío de pájaros que salen volando asustados porque el perro les reclama su derecho a las croquetas, a la ropa ondeando en el lazo que ya no peligra, al pasto intacto del jardín, a la pelota con la que nadie juega.

Y lo peor, lo peor es que ningún otro perro me parece digno de afecto, porque no tienen sus ojos inteligentes, su panza pecosa, sus patas blancas y su forma de decirte "no, no te voy a dar la pata porque no estoy para tus boludeces", que en realidad era un "tú no quieres que te de la pata, vamos a corretear al parque, eso nos gusta a ambas". Y sí.

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