29.9.09

Mega azote mal plan de una chillona sin remedio

Mi mamá tiene un libro que se llama "Infancia Es Destino", la portada es amarillo claro con una tipografía negra, muy clara, en el diseño hay algunas líneas que forman cuadros, algunos de ellos tienen matices oscuros que terminan dándole un aspecto que hoy llamaríamos "vintage" y que en aquellos años (en que se editó el libro, que además, es más viejo que yo). Mi mamá era maestra de jardín de niños y en la casa se pueden encontrar toda clase de obras sobre pedagogía y psicoanálisis. Yo recuerdo, sin embargo el libro sobre el buró de su recámara y a mí misma asustada ante el título.

Por alguna razón que no logro entender claramente, desde niña mis miedos fueron otros. Mientras que no encontraba motivos para sospechar que hubiera debajo de mi cama algo diferente a mis zapatos y quizá un juguete que hubiese rodado hasta ahí por accidente, me podía poner a llorar desconsoladamente por "Los Niños de Biafra". ¿Quienes eran los niños de Biafra? La guerra civil que azotó Nigeria sucedió 10 años antes de mi nacimiento, pero mi mamá me decía que mientras yo despreciaba las verduras, había niños en Biafra que se morían de hambre. Lo que más me angustiaba es que nadie les mandaba ayuda, mientras que para los somalíes había canciones y fuerzas especiales de la ONU, los "niños de Biafra" estaban abandonados. Yo no sabía que la guerra había terminado, que seguían sufriendo hambre pero que les habían cambiado el nombre. Yo sólo imaginaba niños hambrientos y panzones a los que no sabía como hacerles llegar las quesadillas y las acelgas que mi mamá me obligaba a comer.

Después de la hambruna no atendida, mi siguiente episodio de terror se lo debo a la operación "Tormenta en el Desierto". Los fuegos artificiales de año nuevo nunca volvieron a ser los mismos para mí. Donde otros veían ocasión de júbilo, yo me estremecía de terror pensando que en cualquier momento hombres armados irrumpirían en mi casa matando a mi mamá. Luego los franceses empezaron con sus "ensayos nucleares" en el Pacífico Sur. Ese año en lugar de pedirle una muñeca al "Niño Dios" le pedí dinero para construir un refugio antibombas.

No pude ocultar mis peculiaridades por mucho: mis primos, percibiendo el efecto de turbación que causaban en mí me atormentaban contandome sobre la segunda y primera guerra mundial, me enseñaban enciclopedias con fotografías de judíos en campos de concentración y relataban con saña como los alemanes para ahorrar balas amarraban a los judíos en pares, y le disparaban a uno, de modo que arrastraba al otro a una fosa común, donde moría entre cadáveres.

Así que sí: desde muy pequeña lo que más me atemoriza son las guerras. No entiendo la violencia. No digo que no soy ajena a ella o que jamás haya tenido un exaprupto de enojo que haya terminado en forma penosa para mí. No. Lo que yo digo, es que entiendo el odio justificado, el que tiene razones absurdas, pero razones al fin. Y cualquier situación que en mi imaginación exacerbada pueda concluir en guerra me da repelús.

En el pueblo se celebró un foro sobre el cambio climático: mientras los premios nobel daban sus conferencias con soluciones para una vida mejor, yo imaginaba pueblos devastados por la sequía guerreando contra otros para obtener agua. Mario Molina hablaba con su tono pausado y su peinado perfecto y yo me preguntaba cuanto más tiene que cambiar el ciclo de lluvia para que haya una hambruna en el país que nos lleve a una guerra civil.

Ahora estoy triste, deprimida y asustada.

Para colmo de males tuve la peregrina idea de ir a ver "Home" un documental sobre el mismo tema. Y ahora quiero llorar a mares, y no usar luz, ni gasolina, ni nada. En él, mencionan que hay que aprender a cultivar el sol: yo sólo pienso que en realidad nos llevará el carajo. No hay que aprender algo. Necesitamos humanizarnos un poco y encontrar el equilibrio con todos aquellos que sufren por que los que vivimos con automóviles, computadoras, calefacción, electricidad, agua potable, etcétera. Necesitamos respetar sus recursos y encontrar la forma de no agotarlos. Sniff.

No hay comentarios: