25.9.09

El Gandallita

Son las 3:40 p.m., hay tráfico, un tráfico de "no llegarás a comer". Y quizá tú sabes que no lo vas a lograr porque finalmente son las 3:40 de la tarde y regresas a las 4:30 a la oficina y la teoría dice "salgo a las 3:00 p.m." pero la teoría y la práctica son disímiles en este país de mágicos desencuentros. Afuera hace calor, en el interior de tu automóvil cambias la estación constantemente, ya te aburrió la música de tus cd's/mp3, en la estación de radio puedes optar entre los dislates anacrónicos de algún vetusto locutor de radio que aún cree tener el "edge" para dar "la" noticia, o las sosas canciones pop que desconoces, porque reconócelo: sólo escuchas el radio en el trayecto a tu casa, y te la pasas cambiando la estación entre el vetusto locutor y las canciones pop. Hubo un tiempo en que el pop te parecía insulso. Ahora no podrías asegurar con certeza si es vacío, o si tiene una gran complejidad musical. Te resultan realmente pocas las canciones pegajosas y piensas que ya es tarde, que seguramente no te va a gustar lo que hay de comer, que hace calor, que la fila no avanza.

Entonces, de la nada sale el gandallita. Te saca de tu marasmo a base de aparecerse al lado de tu carro aparentemente de la nada y se mete en la fila: justo antes de que el semáforo cambie a rojo y te quedes varado en la calle otros cinco o diez minutos.

En el instante que le toma al semáforo cambiar de amarillo a rojo por tu cabeza pasa la idea de sonar el claxon rayándole la madre, frenas de improviso y te indignas pensando que era tu derecho pasar, que llevabas un rato haciendo fila, que todos están en el tráfico, que ese imbécil pedazo de pseudo humano no merece llegar primero a comer fideos a su casa. Se te derrama un poco la bilis: los que son más audaces levantan el puño en alto. La mayoría nos quedamos con la rabia y sumamos el desencanto a una lista larga de razones con las que justificaremos nuestro mal humor.

México es el país de los "gandallitas", aquí el de al lado, sólo es un coche más que tenemos que brincar para llegar "primero". ¿A dónde? No importa. Lo importante es "chingártelo". El "gandallita" es básicamente una persona deshonesta: sabe que lo que hace está mal y que el beneficio que obtendrá (al pasarse un alto, pagar una mordida, comprar una plaza, comprar una elección) se lo está quitando a alguien más. Que está perjudicando al otro: al que le tocaba el paso y tuvo que frenar de improviso, arriesgándose a un accidente; al que hizo su trámite conforme a los lineamientos, pero ahora perderá la licitación porque hay una "compensación" de por medio; al que sí pasó el examen de colocación y se quedó sin trabajo.

Lo peor es que estamos tan acostumbrados que las cosas sean así, que no sólo nos parece normal, sino deseable: en Monterrey solían decir que poner las direccionales para cambiar de carril era signo de debilidad.

El gandallita se cree más fuerte.

Pero él sabe que necesita hacer una tranza para obtener algo, porque es débil e incapaz de lograr las cosas jugando con las mismas reglas que los demás. No necesitamos gente así. Necesitamos hacer las filas, pasar los exámenes, ganar la credibilidad del ciudadano. Necesitamos, sobre todo, que los gandallitas dejen de prometernos acabar con los pobres de este país, si ellos mismos son tan deshonestos como para actuar en el prejuicio de ellos aprobando impuestos para combatir a los pobres que esos impuestos generan.

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