El frío se va destiñendo hasta llegar poco a poco, a borrarlo todo. El frío no es cuestión psicológica, sino económica: el más pobre, siente más frío. Véase, en Finlandia, o en Canadá, felices canadienses y fineses se deleitan en sus blancas navidades y comienzos de año, empiezan el año cubiertos de blancos mantos y disfrutan deportes sofisticados como el esquí, el snowboarding o la toma social de chocolate caliente en grupos de dos o tres integrantes, a media tarde.
Acá el frío llega matando, borra las montañas, los caminos, las ciudades. Deja a su paso anafres encendidos en viviendas de cartón sin ventilación adecuada, se anida en forma de pulmonía en los pulmones de los ancianos. Y los frívolos habitantes de mejores condiciones económicas se deleitan viendo especiales navideños postergados, mientras el efecto del niño va cobrándose la vida en la tercera edad, que es la más vulnerable y despreciada de todas.
El pronóstico nos augura cuatro o cinco grados por la noche, mañana quizá aguanieve o nevadas, todo es posible a comienzos de año, cuando las conciencias aún no se han cimentado del todo y las certezas son ausentes. A bien tôt!
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