He aquí la técnica básica. Se escuchan dos palabras y luego, se le va colocando la tercera, poniendo un adverbio aquí y allá para adornarlas, es como hacerles nuditos y esparcirles el polvo de la dicotomía. Me deseo un diccionario y varios pares de calcetines - el otoño es muy lluvioso - mientras el agua siga cayendo a punta de tormentas, rayos y centellas yo buscaré un árbol bajo el cual refugiarme.
Espero que me parta un rayo con todo y el roble. He pensado que los árboles son más suicidas de lo que imaginamos, podríamos hacerles un censo: no todos hemos sido taladrados. Junto a Santo Domingo habitaba un álamo, se cansó de los cánticos matutinos de las monjas del Divino Redentor y finalmente, hastiado hasta de sí, se dio a la perdición - que les llega en forma de plaga. Mi madre tiene la higuera enferma y ¿quién la culpa si siempre le están espantándo los pájaros y robándole los hijos? Me uno a su huelga y me sigo buscando el árbol bajo el que me colocaré para hacer un suicidio colectivo. Después de muchos días, me crecerán hojas bajo las uñas y empezará a retoñarme la esperanza - porque es verde - se me anidarán las alegrías en los ojos como cenzontles y mi voz se volverá murmullo de viento en la copa.
Y el día menos pensado: me partirá un rayo.
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