16.9.06

Caracol de lluvia, carne asada... la ciudad corporativa contraataca

El jueves me lancé a la Galería Regia a atestiguar ante propios y extraños que Caracol de Lluvia es un poeta: inclusive leí con voz temblorosa algo que tenía que sumarizar la oración precedente y extenderla por espacio de una hoja.

Como consecuencia de mi apropiada actuación en el mundo de las letras, me salvé de pasar el quince de septiembre (fecha TAN memorable) viendo la televisión - en mi casa no hay internet, no hay piedad y los viernes la programación apesta - o leyendo nuevamente los mismos tres libros de Milan Kundera: La Insportable Levedad del Ser, El Arte de la Novela y Los Testamentos Traicionados (tengo más, pero gozan de mejores destinos que mi compañía, al igual que mis "amigos", "novio" y "familia").

El uso de las comillas es peyorativo.

Fui por Carmen después de hablar media hora con mi mamá sobre como salvar el mundo, su corazón, enfrentar la debacle financiera posiblemente provocada por el fin de la guerra en medio oriente y tratando de alaciarme el cabello - vamos, inténtenlo con un 94% de humedad relativa; pasamos luego, por dos galanes (lástima que estén ocupados) para irnos a una "carneasada". Ahí, Carmen se dedicó a ennumerar las catorce razones básicas por las que no debo mandar al demonio todo, empezando por las letras, siguiendo con la maestría y terminando con uno de los entes entre comillas.

Filosofamos en plural sobre destinos literarios, géneros específicos e imaginamos como convertirnos en los siguientes Dan Brown, Corín Tellado y Danielle Steele del kitsh post revolucionario, mientras Carmen determinó que las guerras contra el narcotráfico seguramente derivarán en una entrega masiva de armamento por parte de los mismos al sur del país y que todos terminaremos muertos en una revolución. Por mi parte sólo atinaba a ver que lindo es el espectáculo de las luces citadinas: se extiende la mancha urbana como un monstruo voraz que intenta terminar con la noche, su amenaza ámbar se va trepando a las montañas, y mina el efecto cósmico de los juegos artificiales y el faro de comercio (las estrellas, ni lo intentan). Pienso, mientras escucho las teorías literarias de los talentosos, en todas las vidas que bullen allá a lo lejos, en los acordes pop que se cuelan de la fiesta que hay en la casa de junto (cuantos "des" juntos), en los planetas que no vemos, en como preferiría perderme en aquella canción de los Rolling Stones.

Me pierdo pensando en escuchar el ruido de la lluvia caer, con las luces apagadas, observando una ciudad que no duerme, mientras ignoro el ruido del teléfono. Hay días en que uno prefiere ignorarlo todo, dejar que la lluvia caiga y se cuele en nuestros huesos, cicatrizando las heridas que nos hace la soledad de seis millones de almas en esta ciudad.
¡Viva México!
¡Vivan los héroes que nos dieron patria!
¡Viva McDonalds!
¡Viva Cemex!
¡Viva E!!

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