El día es precioso, como anticipando desgracias el cielo brilla azul, bello e imponente sobre montañas que mi mirada no es capaz de abarcar, si hubiese un día tan perfecto para morir sería este, en cambio elegiste un domingo de madrugada, escondiéndote de todos para expirar. Tuviste calor en tus brazos que tu hijo te prodigó, y por esas manos que te sostuvieron el último alimento, que te acomodaron en tu lecho yo quisiera haberte podido abrazar, alimentarte. Yo que no soy nadie, que ni siquiera tengo el derecho a existir para ti, desconocida a la que sonreíste la última vez que nos vimos y aún así, en tus ojos brillaba la simpatía y quiero imaginar que un destello de...
Te recuerdo en el campo, sentado junto a ese rostro que he heredado: tú minero, ella maestra, y los dos prolongando sus amores por generaciones en los que se derrama su sangre, su amor, su vida y ahora nos han dejado derramados en su muerte. Lejana de ti y de tu palpitar que se ha detenido: mi alma se acongoja porque me dejas sola, más sola cada vez, sola de ti y de mí, sola de mi pasado, de mi historia, de mi familia que se desmorona, criaturas tronchadas a la luz de un sol perfecto y bajo un cielo hermoso... lleno de ti.
Yo no quiero que se me quiebre la risa por el llanto dolorido de tu muerte: te fuiste discreto y sin anunciaciones, mientras mi padre te sostenía la risa y te guardaba los recuerdos que decidiste dejar escapar como mariposas en primavera. Te bendijo Dios al permitirte darle el consuelo a Rosa de morir primero y te bendijo al permitirte olvidarla por un instante. Dicen que sonreías y que te veías enamorado antes de partir: quizá conseguiste recordarla.
Me quedo con la cara de tu esposa, con tu sangre en mis venas, sola sin ti, sin Rosa, sin Otilia, sin Tomás. Soy cada día más huérfana y mi panteón se va llenando de todos los que espero, un día me llamen a su lado.Descanse en paz: Martín M. Mi minero preferido.
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