25.9.06

Strange infatuation

Me duelen terriblemente los hombros, cada quien tiene su tema privado e inconcebiblemente uno piensa, cree que puede conseguir diez minutos de atención, definitivamente vivimos en la época de la grafomanía donde todos buscamos un lector, un público porque ya nadie está dispuesto a someter su oreja para que el otro hable interminablemente de sí mismos, creo que pornto habrá más blogs que personas, blogs que quizá conversen los unos con otros, que se conozcan y decidan procrearse y tener blogs juntos.
Donde el roce de una mano sea olvidado y sustituído por correos brevísimos, por la sonrisa chocante de una cadena o intentemos leer en voz alta las entrelíneas de una conversación plagada de iconitos insulsos que traten de demostrar ¿qué? ¿una declaración de amor a la luz de una oficina plagada de personas con vidas insulsas y vacías? ¿a la luz del televisor? Ah, programación omnipresente que nos salvas de nosotros mismos que nos devuelves a la pregunta de quien soy al siguiente ídolo pop.
Perderé la marea cósmica de mis pensamientos ajustándole el color, el contraste y el brillo, mientras me deslizo entre sueños y sábanas que de tan reales me sean ajenas, y me pararé junto a una ventana a saturarme la piel con tu nombre, lo bordaré en todas sus versiones y le inventaré nuevas para tatuarme algo que sea más real que esta obsesión al tiempo que te desvaneces hasta del absurdo. Me quedaré sola y truncaré tus recuerdos a base de suicidios recurrentes (programaré uno cada hora, hasta que se me acabe la sangre, las ganas y la lluvia). Me dejaré caer en la boca negra de la nada inmensa que me llama al tiempo que me tomo un raspado de limón, y tomo la culpa, la divido en dos y te ofrezco tu parte carbonizada.
Por eso, no escucho a Placebo.

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