11.4.10

Misce

Es altamente irregular que publique en fin de semana, pero de cualquier modo no han sido los últimos días genéricos en modo alguno. Y necesito verter en algún maldito lugar, ya no opiniones, sino aquello que tengo hecho nudo en la garganta y que me hace malacopear en el municipio circunvecino.

El 8 de julio de 2010 me iba a casar. Mi problema era básicamente que si bien, tenía ese "acuerdo" y fecha, con pedida de mano y toda la cosa, no tenía la menor gana de ponerme a organizar una boda en pleno porque no iba a haber una ceremonia religiosa, y bailar salsas y cumbias en mi fiesta no me entusiasmaba en lo absoluto. En diciembre pedí tiempo: siete meses me parecían un tiempo irrisiblemente corto para asumir un compromiso con alguien a quien ni siquiera le gusta Radiohead. No voy a convertir el blog en el lienzo sobre el cual pintaré los defectos de mi ex. Se sorprenderían de saber que tiene mucho menos defectos que el 90% de los hombres que he conocido y supongo que fue ese balance el que me hizo decirle "sí me caso" a él y no a cualquier otro mamarracho con ínfulas de rescatador. Pero me falló la estrategia.

Considero que la decisión de casarte con alguien (arrejuntarte, vivir en unión libre o cualquier modalidad liberal de ocasión que quieran adoptar) debe ser cerebral y no emocional. Debes analizar si les gusta la misma comida, si tienen los mismos hábitos de higiene personal, educación, posturas políticas y religiosas. Encima de todo tienes que ver si el sexo es bueno, nadie en su sano juicio debería hacer un pacto para tener mal sexo los siguientes 40 años. Y el mágico detalle que a mí se me escapó: debes sentirte feliz a su lado.

Aclaro: no es que yo me sintiera miserable, es que no me sentía volar. Uno se enamora de cómo te hace sentir la otra persona: emocionada, feliz, segura, respetada, confiada. Y yo era una muy bonita sombra de mí misma, me desdibujé hasta el punto en que sin darme cuenta, duré seis meses sin subir un CD con música que me gustara a mi propio automóvil y con una cantidad indeterminada de salsa en el iPhone (misma que ya fue exitosamente erradicada para siempre). No había una resonancia intelectual, con todo y que es un hombre sumamente inteligente, yo estaba ahí, pero no estaba ahí. Y eventualmente me cansé y me fui. Intelectualmente me escapé con otro hombre: uno en el que sí encontré eco a mis intereses.

Antes de que me acusen de infiel: aclaro que no hubo, ni hay una relación de pareja adicional.

A la vuelta de los meses la situación fue empeorando para mí: una vez que tu pareja deja de hacerte sentir especial todo es una caída libre al abismo. Sus chistes te parecen aburridos, sus temas predecibles, cuestionas el modo en que arregla su cabello, el blanco de sus ojos y "the horror", dejas de querer.

¿Pero qué maldita sea se supone que uno haga con los planes de la vida común? ¿Con la lavadora? ¿Con los manteles y las sábanas? Si cada maldito objeto que te rodea es un reproche de esa vida a la que has renunciado porque ¿no te sentías plena? ¿es la plenitud una causal de divoricio/rompimiento?

- Señor juez, quiero divorciarme de mi marido porque me siento "meh", es bueno, me trata bien, me quiere, me procura y hace un sinfín de cosas por mí que nadie jamás en la vida haría incluyendo sacar a mi madre a pasear los fines de semana y realizar reparaciones menores en la casa.

Y esto eventualmente te condena a la soledad: porque vas buscando una pendejada que no existe, un hombre que te haga sentir "cosas" y que te "entienda". Y no existe. Te deberías haber conformado como lo hicieron todos los demás: inclusive aquellos en quienes confiabas la expresión "menos jodido" jamás se aplicaría a su pareja. Y quizá esta soledad, este desencanto, esta tristeza de los últimos días no sea sino un merecido castigo: desprecié la vida de la minivan y el perro, y merezco estar sola por querer "sentir".

Y sin embargo, sigo deseando en mi interior, conocer esa pasión, ese arrebato. Y me dejo llevar por primeras impresiones erróneas: idealizo situaciones imposibles de realizar, planes inconcebibles de felicidad que no existen. Quizá también debiera renunciar a ellos, porque al final, no vendrán sino bañados de decepción.

No quiero nada, ni a nadie.

Y quiero querer.



5 comentarios:

Campanula dijo...

.... no se que decir, supongo que tomaste la decisión correcta, y aun así no deja de doler.
un abrazo

Unknown dijo...

Jo. Gracias. =)

Anónimo dijo...

a veces, es mejor estar solo, que mal acompañado

Unknown dijo...

Sin duda. O mal acompañado, pero libre.

Blue4 dijo...

Tsssss o_O sí existe, pero tenemos taaaanta prisa siempre.