8.1.10

Reflexiones baratas para el invierno

Ninguna con un valor superior a tres presos. Aproveche.

En el pueblo seguimos esperando la "masa de aire ártico" que amenaza con terminar con nuestras vidas, tuberías y mascotas, pero el termómetro se rehusa a moverse: ahí sigue, estancado en los 9º centígrados desde las once de la mañana y en lugar de neblina y lluvia, tenemos un sol tímido, que no se anima a calentar el ambiente. Aquí y allá se escuchan las quejas de secretarias de diversas estaturas y complexiones físicas asegurando fehacientemente que sí, ha descendido la temperatura, que es una barbaridad y temerosas del "clima de mañana". Uy.

Pues quiero decirles que esta "masa de aire ártico" es una maleducada, que no sólo nos ha dejado con un palmo de narices desde ayer, sino que además, no se decide a llegar. Se nubla, sale el sol, hace aire, se nubla, sale el sol... En Saltillo, me escribe una entumida Carmen, sobre los cataclismos del clima: los caminos están cubiertos de hielo, las carreteras cerradas y la temperatura en siete grados b-a-j-o-c-e-r-o. Brr.

Si hiciera mucho mucho frío, seguramente yo maldeciría a todos cuando se atreviesen a cruzar por mi camino. Pero como no hace tanto, tengo fantasías sobre la canción "Neighborhood #1" de Arcade Fire, y me deleito pensando en chocolates de colores: rosas de fresa, verdes de menta y blancos. Los imagino en formas y colores diversos, pero siempre del tamaño del bocado perfecto, suaves al derretirse en la boca. Imagino que veo películas para niñas y que como grandes y quesosos pedazos de pizza, que es como deben ser todos los pedazos de pizza.

Me he dado cuenta de que mis aspiraciones son más bien pequeñas: no comprender tan fácilmente que son mentiras las anécdotas que quiere salpicar de humor la fotógrafa, caminar por el parque, comer pizza o leer un libro que de verdad me emocione.

Lo que me recuerda que ya terminé de leer "La máquina del tiempo", me gustó mucho, aunque como estúpida me quedé esperando al ÜberMorlock, mismo que jamás aparece. Tampoco hay una prometida, y eso lo mejora de sobremanera. Porque aquellos que somos incapaces de encontrar el amor, deberíamos tener el derecho a buscar historias que no sean la nauseabunda repetición de "x-meets-y-looses-y".

Un día, me sentaré en un café anónimo de Italia, con vista al foro romano, y tomaré una copa de vino, mientras como desaforadamente pizza margarita.

¿Qué? La sofisticación no está peleada de modo alguno con los excesos.




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