Cuando éramos adolescentes nos vestíamos de negro o de rosa o con listones de colores en el cabello y teníamos la seguridad de que éramos lo máximo en el universo. Al menos, en el nuestro.
Luego vino la preparatoria, la universidad y las borracheras y los míticos trancazos que te da la vida para que madures: a todos nos llegó nuestra ración.
La mía llegó a fortalecerme las inseguridades: hija única que siempre hizo todo lo posible por satisfacer a sus padres, al ausente y a la presente. La presente era exigente y demandante, el ausente era una suerte de amor imposible. Uno lo veía de vez en cuando, en horarios establecidos y por periódos cortos de tiempo. En dosis no mayores de un par de horas. Siempre en compañía de otras personas y hablábamos de filosofía, y vainas sin importancia que él trataba de que se me quedaran grabadas como único legado que podría dejarme.
Así que yo desarrollé una patología por los amores imposibles, por la constante búsqueda de aceptación.
Y fui una alumna brillante, becas aquí y allá, menciones honoríficas y nunca jamás probé las drogas duras (ni las blandas, carajo) y era un ejemplo y "tu hija esto" y "tu hija lo otro" y mi papá se hinchaba de orgullo y de vergüenza a un tiempo porque era su hija sí, pero ilegítima (murmullos del público).
Por mi parte buscaba siempre al inalcanzable: al amor imposible de complacer.
Yo no sé porque nos creemos eso de "estás gorda" o "te vistes mal" o "no tienes cabello de estrella de joligud", porque permitimos que nos jueguen en contra.
Manuel con sobrada razón decía "para acostarte con ellas haz mierda su autoestima". Y funciona, no sólo para acostarte con ellas, sino para que se sientan indignas, para que traten de complacerte, de convencer al bato de que son lo máximo.
A medida que pasa el tiempo y nos vamos acercando más a los 30 años, veo que aquellas adolescentes brillantes ahora son reflejos grises de lo que alguna vez pudieron ser: mujeres gordas, divorciadas, dejadas por el novio/marido, tristes, con sus ojos reflejando una suerte de disculpa constante porque no son las más bonitas, ni las más buenotas, ni tienen las nalgas perfectas.
No deberíamos tratar de complacer a otros para que nos quieran, ni cambiar el color del cabello o hacer dietas para mecer un poco de amor. Deberíamos ser queridas por quienes somos, y que el guey se sintiera afortunado de que le hagamos caso y si no es él, será otro, y punto. El mundo no se acaba ante el primer pendejo que te dice "estoy confundido porque tienes estrías".
Quizá las confundidas somos nosotras: por dejar de lado nuestra seguridad de cartón e intentar siempre ganar perdiéndonos a nosotras mismas.
5 comentarios:
Pero muy mega azote...
Te faltó a parte donde dejaron pasar al baboso que sí valía la pena, pero no le hicieron caso por esperar (o conseguir, faltaba más) al patán popular.
La belleza, la virginidad, la popularidad, no son más que prosaico capital en un jueguito. Ergo, lo que hay que saber escoger es el juego, no tanto el premio... ¡pero es que es tan bonito!
por eso al final uno se da cuenta que lo que importa es estar bien con uno mismo, ya que uno nace, vive y muere solo.
"Trabaja como si no necesitaras dinero. Ama como si nunca te hubieran herido. Y baila como si nadie te estuviera viendo."
mmm...cierto lo del post. Yo quise a una mujer que no es "perfecta" segun mis amigos y mi familia, el problema fue que ella no me quiso, es mas aun la quiero, aunque tenga estrias y sea fiestera y yo un geek.
Buen post, me gusta tu forma de redactar.
Toda la parte de la hija que busca el amor y aceptación del padre asuente con becas, primeros lugares, menciones honoríficas...
Soy yo también.
Y aun cuando tienes a los 2 padres siempre estas tratando de complacerlos, yo por mi parte soy del tipo "no lo suficiente".
Aunque es cierta la frase de Manuel yo prefiero no entrarle a ese juego, finalmente terminas por destruir tu propia autoestima (aunque tienes mucho sexo jojojo).
Yo tambien encontre a la perfecta para mi, lastima que no fui el perfecto para ella ¬¬
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