Discutamos querubines

Me molestan las frases célebres, las citas citables y las utopías resumidas en frases. Suenan a fórmula mágia y si algo nos ha demostrado la caída del muro de Berlín, la crisis económica del 94 y las ediciones nocturnas de noticias, es que la magia no existe. De modo que... al diablo con las frases preconcebidas para resumir en ellas sabiduría.

Y sin embargo...

En la mañana escuché una bastante cierta: "en una discusión el que habla más es el que suele estar equivocado".

Me ha tocado conocer a infinidad de malos dialogantes. Un mal dialogante se reconoce porque siempre quiere convencer al otro de que tiene la razón y generalmente se apasiona tanto con sus propios argumentos, se enamora de tal forma de la imagen de sí mismo como poseedor único de la verdad que termina por decir una sarta de incoherencias que terminan pareciendo diputados o senadores.

By-the-way: los antes mencionados se quejan de los secuestros virtuales, indicativo de que no leen el periódico ni ven las noticias, porque eso ha estado pasando en el país por décadas. Se paran de pestañas y dicen "es que debe ser alguien de aquí porque saben que hacemos", cuando tienen un canal del congreso que permite a cualquier hijo de vecino que tenga sistema de cable ver lo que hacen. Ejem. Falta que digan que son los diputados del partido opositor. En fin.

El punto es, que entre más te empeñes en la idea de que posees la verdad absoluta, más elusiva te resultará. Claro, están los que se regordean en la ilusión vana de que sólo ellos son chidos, que sus opiniones y gustos deben regir al universo entero. Y es ese futil intento de superarse a ellos mismos, lo que los torna comunes, grises, aburridos y predecibles. Oh sí.

Por eso odio a los defensores de la verdad, a los que se esgrimen ante todos como conocedores absolutos de lo que sea, a los que piensan que tienen razón, porque suelen estar tan llenos de sí mismos que se pierden de todo lo demás, quedándose vacíos. Te estoy viendo fan.