21.9.06

Cuando la Real Academia de la Lengua Española decidió eliminar los acentos de los monisílabos, los monosílabos y yo nos quedamos resentidos. Claro, podríamos haber pensando que esto simplificaría la vida de muchos, aunque la fe se sintió un poco abandonada, lo real es que nadie le prestó atención, pues ahora es mucho más sofisticado hablar de creencias, teorías y hasta de ateísmo. En consecuencia, fue perdiendo importancia y a nadie le sorprendió que su acentuación desapareciera, era un reflejo más de los tiempos cambiantes.

Claro, que hubo monosílabos suertudos que siguieron conservando las tildes, la más orgullosa era la "ó" entre cifras, pues no sólo lo conservaba, sino que lo porta orgullosa como distintivo del simple y humilde cero. Otros, decidieron entrarle a la onda "bi" y ponérselos de repente para cambiar de bando, así mí no es lo mismo que mi, o más que mas. Palabras concupiscentes.

El que más me dolió perder fue el acento de ti. Sentí como si te quedarás más sólo, como si en cosecuencia yo fuera más real, aunque a mí si me permitieran acentuarme, hay partes que se necesitan. Claro, que siempre queda el tú. Pero el tú es impersonal, sabemos que para intimar es básico que exista al menos un ti al cual tomarle la mano, dejarlo caer desde un acantilado, besarle las pestañas, gritarle utilizando muchísimos superlativos, signos de admiración y conjunciones. Quizá porque era demasiado intenso, lo cortaron en cachitos, queriendo acentuar el yo por medio de mí, pero no saben que sin ti, es pobre la caricatura que presento de mi misma.

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